domingo, 12 de marzo de 2017

Retrato

No hay vértigos desde mis puntas, parece que algo sabe bien.
Pero riendas ahora azotan como látigos. Yo mando en mi propia esclavitud.

Pulso
¿Fuerza?
Exhausto.
No encajo en mí.

Grito con mi cuerpo y aún nadie me escucha.
Aclaro desde dentro que el norte está ahí.

Juntos, a kilómetros; lo relativo de la distancia.
Cuando me aprendí, me perdí y me volví a aprender.
Cuando guiaban mis movimientos, y ahora me da por virar.

Sin control.
Mi control.
¿Qué control?
Sometimiento.

Al fin lo veo, aun sin consuelo: los escucho y se ríen de mí.
Son seres, extraños, en mi misma celda y que yo construyo.
Cárcel de huesos, músculos y nervios.
Cuando puedo: más. Sin darme cuenta: menos.
Me quito culpa, yo me ciego...
Y planeo el desahucio de mis demonios, sin asumir la realidad que yo oculto.

Está claro: se revelan castigándome; y me pierdo y me caigo y casi me vuelvo a rendir.
Pero entonces se alivian mis miedos; la idea de libertad: oportuna.
Lo más parecido: aceptarlo.
Aceptarlo y dejarme llevar.

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