El silencio emana arreglo a la gravedad,
pero no la de este mundo.
Ilusos los que miran.
El viaje ya no existe,
el tiempo ha muerto
y ríe con alivio tras haber gritado: "¡Casa!".
Atónito, el resto empieza a creerse importante
sin más motivación que el espejo de su cueva.
La ilusión se torna verdadera,
gana la fuerza a la fuerza,
el absurdo sustituye a la gracia:
comienza la dictadura del Todo.
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